La revista Fortune afirmó en un artículo que Lynette Kucsma había inventado el horno microondas del siglo XXI. Y le CNN la otorgó el título de "superheroína de la tecnología". Su mérito para que estos dos medios se hayan deshecho en elogios con ella ha sido atreverse a llevar algo tan poco usual como una impresora 3D a una cocina. Allí entre hortalizas, cacerolas y fogones, una pieza de alta tecnología puede parecer fuera de lugar, aunque desde que Ferrán Adriá o los hermanos Roca comenzaron sus procesos de investigación culinaria no hay ciencia o arte -desde la robótica a la música- que parezca ajena a la preparación de un plato de lentejas.
El asombro que produjeron las primeras noticias relativas a impresoras 3D ha ido dejando paso en los últimos tiempos a la aceptación de que se trata de una de las tecnologías que más vamos a ver desarrollarse en los próximos años. Sin embargo, los titulares más habituales suelen ir dirigidos a ropa que se imprime, a muebles que se imprimen e incluso a órganos humanos que se imprimen, pero rara vez a comida que se imprime. Tal vez porque es más fácil aceptar que vamos a sentarnos en algo que ha salido de un cartucho de impresora que comérnoslo. Lynette Kucsma cree que esas reticencias terminarán siendo vencidas porque si lo pensamos ya estamos comiendo cosas impresas, “lo que hacen los productores de comida, añade, es tomar los productos, cortarlos y darles forma en distintas máquinas”.
Comida impresa en 3D
La impresora que Natural Machines, empresa fundada por Kucsma ha nacido en Barcelona, donde la compañía tiene su sede, pero tiene nombre italiano: Foodini. Su funcionamiento es tan sencillo como colocar alimentos en unas cápsulas de acero que incorpora, seleccionar la forma que se quiere dar a la comida e imprimirla. Los ingredientes de esta cocina digital pueden ser frescos, por lo que desde Natural Machines aseguran que Foodini ayude a que en los próximos años adoptemos un “estilo de alimentación más saludable”.
De momento los primeros modelos no permitirán cocinar en caliente, pero no descartan incorporar esta funcionalidad en el futuro. Otra de las posibilidades que se abren con este tipo de impresoras es descargarse a través de una conexión a Internet los diseños publicados en una página web y modificarlos para imprimirlos en casa. Kucsma aclara que no creen que todo lo que comeremos en el futuro vaya a salir de una impresora, pero que sí terminaremos incluyendo su idea en nuestras cocinas para dejar de consumir tantos productos procesados químicamente. Todo parece indicar que pronto veremos a Foodini en las tiendas donde algún vendedor, con esa sonrisa triunfal que precede a la venta, nos dirá “y lo mejor es que tanto las cápsulas como los platos que están en contacto con los alimentos pueden ser fácilmente desmontados y limpiados en el lavavajillas”. Y esa será la frase que termine de convencernos...
Foodini está diseñada para eliminar al menos las tareas más repetitivas, como dar forma a los ravioles o montar una bandeja de galletas listas para meter en el horno.
Como diría Don Hilarión: "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad" Llegaremos a casa, pondremos el plato debajo de una de estas máquinas y ¡a comer! Pero ¿dónde está la gracia? Elegir los productos, cocinarlos con esmero, conseguir salud con ellos,... A mi me van a gustar poco.
ResponderEliminarBss
uff no lo veo muy claro, de hecho me da un poco de repelus ;(
ResponderEliminarBsos
Cuando llegen ya veremos,de momento me quedo con la manera tradicional de cocinar.besicoss
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