En agosto, la revista Details usó por primera vez el término “shametarianism” para definir el temor a ser condenado por comer alimentos no saludables
Actualmente hay pesonas que se mueren por pedir el cordero con papas fritas, pero eligen rúcula. Amparados en la soledad de casa, disfrutan fideos con bolognesa, pero cuando salen con amigos mienten con media porción de tarta de calabaza. No tienen problemas con el colesterol ni con la balanza. Y pudiendo darse el gusto no lo hacen porque la vergüenza puede más que el deseo. En un mundo donde la cena de a dos puede en un click, saltar a las redes y terminar en boca de miles, lo que importa es lo que se muestra. Para los especialistas, esta fiebre por esconder lo que comemos está a un paso de convertirse en un trastorno alimenticio. En Estados Unidos hablan de “shametarianism”, un juego de palabras entre “shame”, vergüenza, y la terminación “ismo”. Es decir, el temor a ser censurado por lo que comemos. Es similar a lo que pasó con el cigarrillo, cuando los fumadores pasaron a ser mirados por algunos con desprecio.
El científico español José Miguel Mulet estudia desde hace años la relación que tenemos con la comida. Profesor de la Universidad Politécnica de Valencia y autor del libro “Comer Sin Miedo” dijo: “Hay determinados sectores que para promocionar sus tendencias tratan de criminalizar a los demás. Las críticas de los veganos hacia los que comen carne pueden ser muy agresivas, pero en su mayoría carecen de fundamento científico. Lo mismo se puede decir de la publicidad de la comida orgánica, que en muchos casos se basa en decir que el resto de comida es un veneno, algo que no es cierto. A partir de aquí este mensaje cala y puedes tener un complejo de culpa por comerte un asado o por no comprar orgánico. Aunque si miras las cifras de consumo, tampoco parece que sea una tendencia mayoritaria, más bien al contrario. Los veganos o consumidores de orgánico son minoría”.
Mulet sabe bien sobre fanatismos. Este año, fue agredido durante una charla en la Feria del Libro y tuvo que suspender por “amenazas de muerte” otra conferencia en la Universidad de Córdoba.
Graciela Onofrio, psiquiatra, psicoanalista, y especialista en trastornos de alimentacióna, destaca la importancia de “la alimentación, estructurada como un lenguaje, es un acto de amor a otros y con otros. Esperamos que la comensalidad siga siendo, un intercambio y trasmisión vincular y no un acto de colonización. Luego podremos detenernos en otras culpas sobre la mala alimentación: aquellas que sienten las personas que se obsesionan por una falsa pureza alimentaria o por un modelo de delgadez extremo que, curiosamente, vuelve a ligar el éxito a la delgadez como otra ley de mercado”.
Para Mónica Katz, doctora en Nutrición y autora de “Mas que un cuerpo”, el boom de la comida sana puede terminar generando culpa: “Tanta demonización nos hace creer que la comida es el enemigo y que comer es pecado capital”.
Por si te dio ganas de comer fideos con salsa bolognesa
Disfrutá de la comida variada, eso sí, si excesos
http://www.clarin.com/sociedad/comer-comida_chatarra-condena-Shametarianism_0_1505249518.html