Se pueden cometer varias descortesías al cortar el pan, de las que deben guardarse particularmente los niños. Por ejemplo, es muy descortés ahuecar el pan tomando sólo la miga, o separar las dos cortezas cortándolo a lo largo, o descortezarlo, por decirlo así, quitando toda la corteza alrededor, o cortarlo en trocitos, como se hace con el pan bendito, y dejarlo así sobre la mesa; o dejar caer muchas migas en el mantel al cortarlo.
No es menos descortés sostenerlo con toda la mano al cortarlo, o apoyarlo en el pecho, o cortar el trozo de pan sobre el mantel o sobre el plato.
Es aún mucho más descortés romperlo con las manos, pues siempre hay que servirse del cuchillo para cortar el pan.
Todas estas formas de cortar el pan son tan ridículas que sólo son capaces de ellas las personas mal criadas o de poca educación.
Cuando se desea ofrecer pan a alguien, no se debe hacer con la mano, sino en un plato limpio o sobre una servilleta. Y hay que recibirlo con la mano, como besándola.
Cuando se desea cortar un trozo de pan, de un pan que sea común, antes hay que limpiar el cuchillo, y no cortar de una vez un trozo demasiado grande. Hay que guardarse de cortar sólo la corteza por un ángulo, sino que se debe cortar siempre seguido a lo largo, hasta la mitad del pan, sin tomar más del lado de la corteza que del otro, pues no es decoroso ni sensato escoger en el pan lo que cada uno quiere; eso sería dejar para los demás lo que a uno le sobra y lo que no es de su gusto, y poner totalmente en evidencia la propia sensualidad.
Si se tiene tan mala dentadura que no se puede comer la corteza del pan, es más conveniente descortezarlo sólo en pequeños trozos, a medida que se come, que descortezarlo de una vez, pues no es educado poner en la mesa un trozo grande de pan que sea sólo miga.
Sería de muy mal efecto tener un trozo grande de pan en la mano cuando se toma pan; normalmente hay que dejarlo sobre la mesa y cortar cada vez con el cuchillo el trozo que se desea llevar a la boca.
También exige la cortesía que los trozos que se llevan a la boca sean pequeños, y siempre hay que llevarlos sólo con la mano e introducirlos en ella sosteniéndolos con el pulgar y el índice.
Los huevos con cáscara se comen de ordinario untando el pan en el huevo. Por eso, cuando se quieren tomar de esa forma, antes de abrirlos hay que preparar el pan que se va a necesitar para comerlos.
Pero nunca está permitido echar pan en el vino, como para hacer sopa. Esto es incluso difícilmente soportable en personas enfermas, y no deben hacerlo, a menos que parezca necesidad evidente y se lo hayan mandado como auténtica y casi única medicina.
La sal, dice el Evangelio, es el condimento de los manjares. Hay que tomarla del salero con la punta del cuchillo, y nunca con los dedos, y luego ponerla en el plato.
Antes de introducir el cuchillo en el salero para tomar sal, hay que tener cuidado de limpiarlo con la servilleta; pues es muy descortés tomarla con el cuchillo grasiento o sucio. No hay que tomar más que lo necesario.
Nunca hay que introducir en el salero los trozos de comida que se van a comer, sino que hay que salarlos con la sal que se haya depositado en el plato.
No hay que hacer caso de la necia idea de algunas personas, que tienen reparo en ofrecer la sal a los demás. Y cuando se desea ofrecer a los que están alejados, se debe depositar en un plato para ofrecérsela en seguida a los que la necesiten, o bien presentar el salero, si se puede, para que ellos mismos la tomen de él.
Respecto de la mostaza, cuando se toma en la mesa, hay que proceder poco más o menos como se hace con la sal.
- AutorSan Juan Bautista de la Salle. Les Règles de la Bienséance. Troyes - Reims, 1703.
- FuenteReglas de cortesía y urbanidad cristiana para uso de las escuela cristianas
http://www.protocolo.org/social/urbanidad/urbanidad_de_como_hay_que_servir_tomar_y_comer_el_pan_y_la_sal_.html