Existen dos maneras de consumir semillas: como vienen, es decir, enteras, o bien, molidas. Este proceso hace toda la diferencia. En el primer caso, la principal función de la semilla en el organismo es aportar fibra, con un doble beneficio. Por un lado, brindan mayor saciedad con un aporte calórico casi nulo y por el otro, de esta forma, mejoran y regulan la motilidad intestinal. Ahora bien, las semillas molidas hacen este mismo aporte de fibras pero además, "desatan" las propiedades internas de cada tipo de semillas. Estas propiedades suelen ser excelentes. Hay en ellas calcio, hierro, vitaminas y oligoelementos. Eso si, para que los nutrientes se liberan realmente, deben ser molidas en el momento y agregarlas así a las comidas sin cocinarlas: el mismo molinillo de pimienta o café suele funcionar muy bien, también las multiprocesadoras y sino, los pequeños morteros caseros. Algunas semillas como las del girasol o zapallo, son trituradas por nuestros dientes cuando las masticamos.
Si las cocinas enteras no arruinás nada ya que su cualidad de fibra sigue intacta, pero cocinarlas después de molerlas no tiene sentido ya que "quemás" sus propiedades.
Aportan calorías, sí. Pensá por ejemplo, que los aceites están hechos de semillas. Es cierto que lo que hay dentro es una cantidad considerable de grasa, vegetal y de la buena, pero grasa en fin. En general se recomienda no consumir más de dos cucharadas soperas por día de semillas molida, por ejemplo, una cucharada en el almuerzo y otra en la cena. Esto representa 30, 40 gramos.
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